Entonces lo mandó a llamar y le reclamó:
—¡Tú no me puedes engañar! ¡Esta mujer no es tu hermana, es tu esposa! ¿Por qué nos has hecho esto? ¡Si alguno de mis hombres hubiera tenido relaciones sexuales con ella, tú nos habrías hecho culpables a todos!
Isaac se disculpó:
—Es que tuve miedo de que me mataran para quedarse con ella.
Genesis 26:9–10